El
argumento va más o menos así: “Todos
los sistemas naturales tienden al desorden por si solos. Por lo
tanto, la evolución no es factible puesto que parte de un sistema
desordenado para acabar en uno altamente ordenado.”
Ejemplo de este tipo de argumentos aquí: http://www.christiananswers.net/q-eden/edn-thermodynamics.html.
Advertencia:
este post es una breve introducción a la termodinámica (esperando
que les cause algo de curiosidad) para rematar con una rápida
discusión de porque un argumento que alude a la segunda ley es algo
absurdo.
La
termodinámica es una rama de la física que estudia la materia desde
una perspectiva macroscópica. Es decir, toma cualquier trozo de
materia ignorando sus componentes internos y describe su
comportamiento ante diferentes procesos. En la termodinámica no hay
átomos, se
estudia la materia como un todo.
Ejemplos: un gas que es comprimido, una liga que se estira, un
alambre que se rompe o un imán. También, es la ciencia
fenomenológica por excelencia. Sus postulados básicos o leyes se derivan exclusivamente de las observaciones experimentales; a
diferencia de otras teorías físicas como la mecánica newtoniana
(cuyas leyes se derivaron de la brillante imaginación de Sir Isaac
Newton
y algunas
observaciones
de otros que le precedieron).
La termodinámica es una teoría incompleta en el sentido que no se
consideran (como ya mencioné) los componentes internos de la
materia. No por esto resulta inútil, dentro de su rango de
aplicabilidad nos ha dado tremendos resultados. Las máquinas
térmicas como los motores y refrigeradores son un par de sus muchas
aplicaciones.
En
su formulación clásica, la termodinámica consta de 4 leyes.
Numeradas del cero al tres. Veamos, en términos simples de que habla
cada una. La ley cero establece la existencia de una propiedad a la
que estamos intuitivamente acostumbrados: el equilibrio térmico.
Cuando un par de objetos se ponen en contacto, después de un rato
alcanzan un estado especial en el cual sus propiedades no varían con
el tiempo. Por ejemplo, un vaso con agua fría se calienta hasta
temperatura ambiente si se deja a su suerte. Si imaginamos el vaso
con agua dentro de un contenedor aislado del mundo, sucederá que el
aire que rodea el vaso se enfriará y el agua se calentará hasta
alcanzar una temperatura
intermedia. El concepto de temperatura es un poco más complicado de
lo que nuestro cerebro nos hace imaginar. Nosotros solo detectamos
diferencias de temperatura, no somos capaces de medirla con nuestros
sensores biológicos. Metan una mano en agua fría y otra en agua
caliente, al mismo tiempo. ¿Qué sienten? Desastre. Dicho en
palabras simples, la temperatura es lo que medimos con un termómetro.
El termómetro es un aparato al que se le asocia una escala
arbitraria con una propiedad que varía
según
la temperatura del cuerpo con el que se le ponga en contato. Imaginen
un termómetro de mercurio. Cuando lo ponemos bajo el brazo, el
mercurio dentro del capilar alcanza el equilibrio térmico con
nuestro cuerpo a costa de un cambio en sus propiedades: se expande.
Aquí asociamos la expansión de un metal con la temperatura de un
objeto. Existen muchos otros tipos de termómetros, asociados a otras
características de la materia que varían con la temperatura, por
ejemplo: volumen, presión, resistencia eléctrica, tensión
elástica, étc. De este postulado (la existencia del equilibrio
térmico) se puede derivar una relación matemática que implica la
existencia de lo que nosotros llamamos temperatura. En resumen, la
ley cero postula el equilibrio térmico (observado en experimentos) y
de este se deducen otras 2 consecuencias: la existencia de la
propiedad conocida como temperatura y una más abstracta llamada
ecuación de
estado térmica.
Pasamos
a la primera ley, conocida como la conservación de la energía. Esta
ley postula la existencia de una segunda propiedad llamada: energía
interna.
Usando
ejemplos mundanos imaginen que tenemos una cubeta metálica llena de
agua fría. Si frotámos un par de piedras sumergidas, elevaremos la
temperatura del agua por efecto del rozamiento entre las rocas. Si en
su lugar la ponemos bajo una flama también elevaremos la temperatura
del agua. Podemos también revolverla violentamente y elevar su
temperatura. Estos “experimentos” revelan que en efecto, existe
una propiedad de la materia que se puede modificar por diferentes
caminos. En el caso de las piedras y la agitación, un agente externo
le agregó energía al sistema a través de un trabajo. En el caso de
la flama, se le transfirió calor.
En
su formulación matemática, la primera ley establece que el cambio
en la energía interna de un cuerpo es igual a la diferencia entre el
calor transferido y el trabajo realizado sobre él. Experimentalmente
se sabe que el calor y el trabajo mecánico son equivalentes. El
calor y la temperatura son conceptos completamente diferentes, al
menos en el terreno de la física. Resumiendo, de la primera ley se
obtiene una nueva propiedad: la energía interna. Un análisis más
detallado también nos permite deducir una nueva ecuación similar a
la obtenida
de la
ley cero: la
ecuación de estado calórica.
Una pequeña digresión: si usted sabe algo de matemáticas, le
invito profundizar hojeando un texto formal de termodinámica. No
requiere conocimiento previo de física (aunque ayuda); únicamente
cálculo diferencial “de
a peso” y
un poco de paciencia. “Introducción a la termodinámica clásica”
de Leopoldo García-Colín y “Termodinámica” de Enrico Fermi son
libros magníficos al respecto. Evite los libros repletos de tablas y
formularios (que para este tema se cuentan por montones). Entender
los argumentos con los que se construye una idea y deducir todo a
partir de principios básicos es un ejercicio poderoso.
Llegamos,
por fin, a la segunda ley de la termodinámica. Este
es otro postulado que se deriva de observaciones experimentales que,
a simple vista pueden parecer obvios. En palabras simples, la segunda
ley introduce
en la termodinámica el hecho de que existen
procesos que solo ocurren en una dirección. Nuestro vaso de agua
fría se va a calentar pero jamás se va a enfríar por si solo. Si
dejamos rodar una pelota sobre una superficie rugosa, esta se va a
detener debido a la pérdida de energía por fricción: jamás va a
recuperar esta energía de sus alrededores y ponerse en movimiento
por su cuenta. A esto me refiero con procesos que ocurren en una sola
dirección. En el argot termodinámico se les conoce como procesos
irreversibles. El hecho de que existan tales procesos implica que hay
una propiedad extra que se modifica de
acuerdo a este proceso.
A esta propiedad se le conoce con el nombre de entropía (viene del
griego y se traduce como: evolución, transformación). No tiene nada
que ver con “el grado de desorden de un sistema” o la “tendencia
al caos”. Estamos en termodinámica y la entropía no es otra cosa
que una cierta propiedad que debe su existencia a los procesos
irreversibles. Como ya mencioné, los procesos irreversibles son una
asimetría que se presenta en la naturaleza, es algo que se observa y
se mide en el laboratorio. La asociación que se hace con el grado de
desorden viene de otra área de la física conocida como: mecánica
estadística. En ella, hay una fórmula que se deriva al analizar la
cantidad de estados posibles en los que se puede hallar cierto
sistema. La forma matemática de esta fórmula y la entropía
termodinámica de un gas ideal son similares
(aunque conceptualmente distintas).
Pero la termodinámica no tiene nada que decir acerca del “orden”
de un sistema, simplemente porque trata con propiedades
macroscópicas, no con las posiciones individuales de cada partícula
o átomo que compone un sistema (a diferencia de la mecánica
estadística). Resumiendo, la segunda ley de la termodinámica
establece la existencia de una propiedad asociada a los procesos
irreversibles: la entropía.
El
cuarto postulado o la
tercera ley de
la termodinámica (nada
trivial) lidia con la entropía y la imposibilidad de alcanzar la
temperatura cero (el cero absoluto). Suspendemos aquí esta
breve introducción y regresamos al argumento anti-evolución.
Revisando
el contenido de la segunda ley es evidente que asociar el desorden o
la tendencia al caos es erróneo. Aquí una versión más sofisticada
del argumento (del mismo sitio): “2da
ley: No existe un
proceso cuyo único resultado sea el de enfríar una fuente de calor
y realizar trabajo sobre el exterior- En palabras simples, esta ley
observa el hecho de que la energía utilizable en el universo está
disminuyendo […] Derivado de esto concluímos que el estado más
probable para un sistema es el desorden. Todos los sistemas naturales
se degeneran cuando se dejan a su suerte”. El
primer punto es interesante: la energía disponible se está
agotando. Esto es algo que no sabemos ¿solo hay un universo? ¿es
cerrado o intercambia formas de energía con otros “universos”?
Nadie lo sabe. Pero nada tiene que ver con la evolución de
los organismos.
Los párrafos que suceden al citado discuten como no es posible que
exista
un sistema natural que disminuya la entropía en el universo.
Ignorando el error de asociar la entropía con el grado de desorden
de un sistema, podemos referirnos a los tipos de procesos que ocurren
en los sistemas biológicos: procesos irreversibles. Siempre que
ocurra un procesos de este tipo, la entropía del sistema
(universo+cosas que viven dentro de él) aumenta. Esto es una
consecuencia de la segunda ley. El hecho de que las células de
nuestro cuerpo formen arreglo complejo y “ordenado” no disminuye
la entropía del entorno. No
se viola ningún principio de la termodinámica, el argumento se
deriva de una mala interpretación de la termodinámica (y su
alcance), o unas deliberadas ganas de chingar.
Muy interesante.
ResponderEliminarL.A.
Un buen análisis exhaustivo de la teoría de la termodinámica, pero que hay sobra el estudio de la teoría del caos del premio nobel Prigogine, es una falacia o es una nueva forma de control, utilizando el cuerpo conceptual científico.
ResponderEliminarEl autor de este artículo no señala las fuentes y parece no comprender el problema que implica para la teoría de la evolución está segunda ley. Con un juego semántico pretende resolver lo que a muchos científicos como Prigogyne intentaron resolver. Si carece de citas no lo considero una opinión científicamente sería, debería proporcionarla el autor, incluso por ética académica para evitar el plagio.
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